Responsabilidad: aspiración básica del modelo cooperativo

Responsabilidad: aspiración básica del modelo cooperativo

Igor Ortega Sunsundegi, Mondragon Unibertsitateko Lanki Ikertegia
Hablar de la responsabilidad es hacer mención a uno de los valores esenciales del modelo cooperativo. Si tuviéramos que destilar la esencia del cooperativismo en su sustancia más básica, dos son los valores fundamentales que habría que destacar: Por un lado, la solidaridad y, por el otro, la responsabilidad.
23/06/2023

El carácter diferencial del paradigma cooperativo respecto a las dos grandes familias ideológicas que han dominado en el largo siglo XX reside, precisamente, en el valor relativo que la solidaridad y la responsabilidad adquieren en su concepción del mundo. El cooperativismo reivindica la solidaridad humana frente a un liberalismo que, con su concepción individualista de la persona y la sociedad, abandona al individuo a su suerte frente a las vicisitudes de la vida. Pero, a su vez, ante un socialismo que minimiza la responsabilidad individual y lo fía todo a la protección del Estado, el cooperativismo reclama la responsabilidad, junto con la libre iniciativa y el propio esfuerzo, como una dimensión sustancial de la emancipación humana. 

El cooperativismo reivindica la solidaridad humana frente a un liberalismo que, con su concepción individualista de la persona y la sociedad, abandona al individuo a su suerte frente a las vicisitudes de la vida

Aspiración básica

Esto se aprecia de forma clara al analizar las connotaciones de la responsabilidad en el paradigma cooperativo. La responsabilidad, en el modelo cooperativo, no sólo es una dimensión asociada a las obligaciones y deberes derivadas de la copropiedad de la empresa; tampoco es sólo una condición relacionada con la actitud generosa y disciplinada que se exige de la persona respecto a las decisiones colectivas y al cuidado del proyecto común compartido. La responsabilidad, en el paradigma cooperativo, ha sido también una aspiración básica y, por consiguiente, un ingrediente fundamental del proyecto transformador cooperativo.

Sus raíces se encuentran en la propia génesis del cooperativismo cuando el trabajador libre, en las condiciones del naciente capitalismo industrial, perdía su independencia y se veía obligado a someterse a la dura disciplina del patrón, a depender de la caridad parroquial, o aceptar tutelajes paternalistas con el fin de subsistir. En este contexto, el trabajador aspiraba a restablecer su libertad y dignidad recuperando la capacidad de sostenerse y valerse por sí mismo, sin subordinaciones extrañas, gracias a su propio esfuerzo y libre iniciativa. La emancipación, entonces, implicaba el control social del trabajador sobre su trabajo y sobre los propios medios de vida, como vía de satisfacer la aspiración de ser dueños y responsables de sus propios proyectos de vida y de trabajo.

La noción de la responsabilidad, de este modo, se irá mimetizando con los ideales de la libertad y la dignidad de la persona trabajadora en el paradigma cooperativo.

Los fundadores del cooperativismo de Mondragón conectarán de forma natural con esta concepción de la responsabilidad. Su proyecto, en gran parte, surge ante la indignación de la consideración de las clases trabajadoras como «sólo músculo». La empresa cooperativa se concibe como el espacio donde las personas trabajadoras tienen la oportunidad de desplegar sus capacidades, no sólo físicas, sino otras, tan genuinamente humanas como la inteligencia y el sentido de la responsabilidad. La “participación plena y responsable” es uno de los principales ejes de su proyecto transformador cooperativo. De este modo, además, es como las clases trabajadoras proceden a su propia emancipación. Considerados ciudadanos de segunda, relegados y acostumbrados a obedecer, es al asumir las responsabilidades de la propia empresa y del desarrollo de la comunidad como las clases trabajadoras, obtienen por ellas mismas, sin que nadie les regale nada, el estatus de ciudadanía plena. 

No hay cooperativistas sin solidaridad y responsabilidad

«No hay cooperativas sin cooperativistas». Es de sobra conocido el dicho de Arizmediarrieta; pero, faltaría añadir que, en la concepción de los fundadores de Mondragón, no hay cooperativistas sin solidaridad y responsabilidad. Esta idea es fácilmente observable analizando sus textos. No hace falta más que atender al espacio que ocupan para cerciorarse que, básicamente, eran dos las cuestiones que absorbían la atención de los fundadores en esa primera fase de construcción del modelo. En primer lugar, garantizar la competitividad y la eficiencia empresarial de las cooperativas industriales de producción que, es preciso recordar, arrastraban en la época una tradición dudosa en cuanto a sus limitaciones financieras, las capacidades técnicas de sus miembros y, por lo tanto, de la propia cooperativa, y las posibilidades reales de conjugar la gobernanza democrática con la organización eficiente del trabajo que implicaba la empresa industrial moderna. Y, en segundo lugar, proteger la vocación social y transformadora, evitando que la cooperativa, en condiciones de prosperidad, se convirtiese en un reducto para la satisfacción exclusiva de los intereses de las personas asociadas e insolidaria respecto a las necesidades de la comunidad.

Lo relevante en la concepción de los fundadores de Mondragón fue su capacidad para encontrar respuestas a los retos no resueltos del cooperativismo de trabajo asociado buceando en los propios mimbres del paradigma cooperativo

Lo relevante en la concepción de los fundadores de Mondragón fue su capacidad para encontrar respuestas a los retos no resueltos del cooperativismo de trabajo asociado buceando en los propios mimbres del paradigma cooperativo. Idearon dispositivos normativos y organizativos para hibridar la conexión entre cooperativas y comunidad, y conjugar la estructura democrática con la organización eficiente del trabajo. Pero lo admirable es que lo hicieron profundizando en los valores esenciales del modelo.

Mediante la responsabilidad

La propia responsabilidad de las personas asociadas fue el primer recurso activado para responder a las necesidades de financiación. Una aportación al capital más exigente de lo habitual para las nuevas incorporaciones, una disposición limitada y condicionada de los retornos individuales, el intervalo estrecho y solidario de los anticipos, y una disposición consciente hacía la productividad del trabajo son los compromisos que adoptan las personas asociadas para incrementar los fondos de capital de la cooperativa. Del mismo modo, el sentido de responsabilidad de las personas socias fue el principal activo en el que se confió para responder al reto de la cualificación y la capacitación técnica de la cooperativa. Se apostó decididamente por la promoción interna.

La fe en las potencialidades de la persona, plasmados en su afán de superación, en sus deseos de desarrollo personal y profesional, en su vocación solidaria, y, sobre todo, en su sentido de la responsabilidad para contribuir con lo mejor de sí al bien común, justificaban, en la concepción de los fundadores, la apuesta de la vía de la promoción interna para la capacitación técnica y directiva de las cooperativas.

Y la solidaridad

Y, cuando no bastaba la propia responsabilidad, se sacaba provecho de la vocación transformadora y el compromiso solidario de las cooperativas con la comunidad.

En correspondencia de la implicación comunitaria, se esperaba una movilización de los recursos de la comunidad en el desarrollo del movimiento cooperativo. Los fundadores conciben y activan una serie de entidades para facilitar la participación comunitaria. La Escuela Profesional, por ejemplo, además de socializar las oportunidades de educación, es la herramienta ideada para elevar la cualificación técnica de la comunidad que, a su vez, contribuirá a resolver los déficits técnicos que presentaban las cooperativas. La solidaridad, además, también se convierte en fuente de financiación a través de la Caja Laboral Popular que se idea como mecanismo de participación de la comunidad social que, con la disposición de su ahorro, deseaba implicarse en el desarrollo del incipiente movimiento cooperativo.

Cooperativistas: personas solidarias y responsables de su proyecto de empresa

Todo esto nos lleva a afirmar que, también en la concepción de los fundadores de Mondragón, la solidaridad y la responsabilidad son los valores esenciales y diferenciales del modelo cooperativo. Es más, al analizar la concepción de los fundadores, la sensación que impregnan sus textos es que, todos estos retos que enfrentan las cooperativas de trabajo asociado no son, a su vez, más que oportunidades para, a través de una constante interpelación y labor pedagógica, hacer cooperativistas. Hacer cooperativistas que, en su última esencia, se concreta en la promoción de personas solidarias y responsables de su proyecto de empresa y de vida.

La responsabilidad, por consiguiente, además de las obligaciones que emanan de la copropiedad de la empresa, ha constituido un propósito aspiracional del proyecto transformador cooperativo. La responsabilidad, por lo tanto, es condición y reto del modelo cooperativo. Y no debemos extrañarnos que continue siendo motivo de atención en la realidad actual