LA FAGEDA: un proyecto con corazón y rentable

LA FAGEDA: un proyecto con corazón y rentable

Aitzol Loiola, Mondragon Unibertsitateko LANKI ikertegia.
En el Instituto de estudios cooperativos LANKI (Mondragon Unibertsitatea) solemos publicar reflexiones sobre los valores del cooperativismo, las aportaciones del movimiento cooperativo a la sociedad, cuáles son los retos actuales y cómo nos gustaría que fueran las cooperativas en el futuro. Desde esa motivación, recientemente hemos editado una nueva publicación de la colección “Cuadernos Lanki”; un estudio de caso sobre una experiencia de Cataluña: La Fageda.
07/01/2021

La Fageda es un proyecto que tiene la singularidad de que está formada por personas que tienen discapacidades psíquicas y enfermedades mentales. El propósito del proyecto es transformar la realidad de estas personas, y con ese objetivo crearon una empresa cooperativa. Desde LANKI siempre insistimos que las empresas cooperativas deben pensarse y gestionarse como proyectos socio-empresariales. Es decir, por un lado, es indispensable la rentabilidad empresarial; por otro lado, la cooperativa tiene que tener un propósito humano, social y ecológico que va más allá. En La Fageda hemos descubierto, en este sentido, un ejemplo inspirador.

El idealismo inicial

En el origen del proyecto destacan las figuras de Cristóbal Colón y Carme Jordá (marido y mujer). En los 70 empezaron a trabajar en el centro psiquiátrico de Salt y crearon un taller de “laborterapia”. La idea básica era que el trabajo podía ayudar a las personas con enfermedades mentales a desarrollarse. La experiencia fue enriquecedora, pero tenía sus límites. Por eso abandonaron el centro psiquiátrico y en 1982 fundaron la cooperativa La Fageda.  

El principio básico del proyecto es crear trabajo con sentido. Citando a Colón, “en La Fageda no hay personas discapacitadas, sino personas con diferentes capacidades”. De lo que se trata es de generar contextos de trabajo que permitan a las personas desarrollar sus capacidades mientras aportan a un proyecto colectivo. Esa es la clave del proyecto.

En las primeras décadas el reto principal fue conseguir que la cooperativa fuera rentable, y no fue nada fácil. Tras varios negocios fallidos, en 1992 comenzaron a producir yogures y con ese negocio han logrado constituir una cooperativa rentable. Es interesante mencionar que en sus yogures nunca mencionan que son una empresa con trabajadores con discapacidades psíquicas. Ahora que la responsabilidad social de las empresas está de moda, hay quienes les han sugerido que deben hacer marketing de eso, pero ellos consideran que sería muy perjudicial para sus trabajadores y que va en contra del propósito del proyecto. Por eso, en su estrategia comercial destacan la calidad de sus productos, y es así como han logrado un espacio en el mercado catalán (de hecho, en la actualidad son el yogurt de marca más vendido en Cataluña, con una facturación de más de 23 millones de euros en 2019).

Lo que había nacido siendo un “sueño” se convierte en una realidad empresarial con unas bases relativamente sólidas. El factor clave fue el idealismo y el liderazgo de los fundadores, un grupo de soñadores que creó la cooperativa, consiguió su viabilidad económica y lo proyectó como un medio para conseguir un propósito humano y social más amplio. Es un enfoque que coincide plenamente con la manera de entender el cooperativismo que proponía Arizmendiarrieta.

Profesionalización y crecimiento

A partir del 2000 apuestan por dar un salto cualitativo en la gestión de la empresa. Colón deja la gerencia y contratan un equipo directivo que profesionaliza la gestión y promueve un negocio de más escala. No todas las apuestas salieron bien, pero el negocio dio un salto cualitativo y comenzaron a vender en las grandes distribuidoras. Es muy interesante cómo La Fageda va construyendo un modelo de negocio rentable y coherente con su propósito social. Es decir, cómo crean un modelo de negocio rentable que alimenta el propósito social del proyecto, y viceversa.

Hasta la crisis económica de 2007 vivieron un período de muy buenos resultados económicos. Con la crisis el escenario cambió, el consumo de yogurt disminuyó y el mercado se polarizó (en las marcas líderes y las marcas blancas de precio bajo; pero los yogurts de Fageda se encontraban en medio). Paradójicamente, es en esa coyuntura de crisis donde alcanza unos resultados económicos sin precedentes, debido a una acertada estrategia de diversificación de productos.

La Fageda nos ofrece una experiencia interesante por dos aspectos: en primer lugar, por cómo reinventan productos y negocios, encontrando nuevas oportunidades incluso en un escenario de crisis; en segundo lugar, porque a la hora de abordar los desafíos siempre ubican en el centro de los debates el sentido y el propósito del proyecto. Con esta estrategia la cooperativa no sólo ha logrado sobrevivir a la crisis, sino que ha salido fortalecida de la misma.

El sentido del proyecto y su liderazgo

El crecimiento de ventas fue tan grande que puso al límite la capacidad de producción, y el colapso de la planta era un peligro real. La dirección ejecutiva propuso dar un nuevo salto y presentó un plan de inversiones que permitiría aumentar la producción por tres. Era una propuesta empresarial ambiciosa, pero generó un debate interno entre la dirección y los fundadores, que opinaban que un crecimiento de esa envergadura podía poner en peligro la esencia del proyecto. En el fondo emerge un debate sobre dos maneras de entender La Fageda como proyecto socio-empresarial.  

Finalmente, en 2013 el Consejo Rector destituyó a la gerencia y solicitó a Colón que la asumiera de nuevo. La Fageda era un proyecto muy diferente a la etapa fundacional, un proyecto mucho más complejo, pero consideran que lo importante era cuidar el sentido del proyecto a la vez que se mantenía su competitividad, y que Colón era la persona adecuada para liderar ese proceso.

Se abre una nueva etapa en la que se desarrollan las siguientes estrategias: en primer lugar, renuevan la planta productiva (27 millones de inversiones entre 2013-2021), dotándose de una infraestructura tecnológicamente avanzada y competitiva; en segundo lugar, inician un proceso de reinvención institucional, tratando de construir una arquitectura institucional adecuada para gobernar una empresa compleja con un propósito social; en tercer lugar, ponen en marcha una estrategia de educación y toma de conciencia sobre las bases ideológicas del proyecto (como decía Arizmendiarrieta, los valores cooperativos siempre requieren de su cultivo, tanto ideológico como práctico, de lo contrario se van apagando).

En La Fageda hemos encontrado un proyecto socio-empresarial que trata de materializar una práctica empresarial con un propósito humanista y social. Lo más interesante es cómo han mantenido en el centro del proyecto su utopía; es la clave que explica por qué han desarrollado una manera de hacer empresa singular. De cara a futuro, las cooperativas de MONDRAGON tendremos que reinventarnos constantemente como proyectos socio-empresariales, reflexionar continuamente sobre cómo mejorar el modelo cooperativo y profundizar constantemente en los valores cooperativos. En este sentido, en La Fageda hemos encontrado un ejemplo inspirador y un compañero de viaje (todo aquel que tenga interés en este estudio de caso puede solicitarlo al Instituto de estudios cooperativos LANKI, de Mondragon Unibertsitatea).