¿Se ha perdido el espíritu cooperativo? (IV)

¿Se ha perdido el espíritu cooperativo? (IV)

Ander Etxeberria. Responsable de Difusión Cooperativa de MONDRAGON
Sin contradicciones no hay progreso. Así ha sucedido también en las empresas cooperativas. Y sucederá.
30/04/2025

Alfonso Gorroñogoitia, cuando se iba a jubilar, dijo los siguiente en la asamblea general de Caja Laboral Popular en marzo de 1989:

«Muchas veces me he preguntado, con preocupación, qué tendrán nuestras cooperativas para haber dejado tanta estela de insatisfacción personal y para que todos, o muchos cuando menos, sigan pensando que la cooperativa les debe algo, un algo que además nunca podrá llegar a pagar. Y he llegado a la sencilla conclusión de que a veces pedimos a nuestras construcciones sociales, humanas e imperfectas de suyo, cosas que no nos pueden dar, y que quizá los postulados iniciales fruto de fervores noviciales, soñaron esperanzas inalcanzables en la dura realidad de la vida empresarial».

La fórmula de empresa cooperativa, se quiera o no, genera expectativas. Tiene un pecado original, por decirlo de alguna manera. El propio nombre, sociedad cooperativa, reivindica un carácter positivo: la cooperación. La denominación sociedad anónima, por su parte, no tiene connotaciones positivas. Por tanto, en una no habría lugar a situaciones injustas mientras que en la otra no habría motivo para que no sucedieran.

“La fórmula cooperativa empresarial, quiera o no, genera expectativas. El propio nombre, sociedad cooperativa, reivindica un carácter positivo: cooperación”

Además del nombre, desde el siglo XIX, el movimiento cooperativo reivindica una serie de principios. En nuestro caso, en 1987 se aprobó la declaración de principios básicos de la Experiencia Cooperativa de Mondragon. Son diez postulados en los que aparecen conceptos como democracia, solidaridad y participación. El caso es que, más allá de lo que está escrito, lo que cada persona espera y la realidad no necesariamente coinciden. Porque si examinamos la aplicación de los diez principios, siendo ambiciosos como son, en todos pueden identificarse contradicciones entre la teoría y la práctica. Ni qué decir tiene que en las sociedades anónimas no existen tales manifiestos y, en consecuencia, no se incurre en incoherencias.

Cuando en una sociedad anónima, en el día a día, el trabajador o trabajadora sufre un perjuicio, su reacción seguramente no es ir en contra del modelo capitalista. Entra dentro de la naturaleza del capitalismo que puedan suceder ese tipo de situaciones. Los reveses que va acumulando la persona trabajadora a lo largo de su trayectoria profesional los considera normales. Cuando ocurre en una cooperativa, sin embargo, se escuchan expresiones como “ya no hay espíritu cooperativo”, “¿es esto humanidad en el trabajo?”, “no me hables de solidaridad” y un largo etcétera.

Alfonso Gorroñogoitia, en el citado texto, identificó el descontento de las generaciones iniciales. En posteriores generaciones, desde entonces hasta hoy, sale a relucir lo mismo. Y así seguirá en la empresa cooperativa por cuanto que sin contradicciones no hay progreso.