Casa de ganaderos y Orbea, longevidad empresarial cooperativa

Casa de ganaderos y Orbea, longevidad empresarial cooperativa

Julen Iturbe-Ormaetxe
11/02/2020

Leía en Magnet hace poco un artículo en el que nos mostraban unos mapas preciosos que recogían los datos de las empresas más longevas por país en el mundo. Kongō Gumi, dedicada a la construcción y reparación de templos budistas en Japón y fundada por un grupo de inmigrantes chinos en el año 578, parece ser la más antigua. Magnet dedicó un artículo específico a repasar la particular cultura japonesa al respecto. Aquí en esta parte del sur de Islandia, es Casa de Ganaderos, con sede en Zaragoza. Nació en 1218 y se trata de una cooperativa de 270 socios, todos ellos ganaderos de ovino, tal como explican en su página web. Sí, ya veis, cooperativa tenía que ser.

Seguramente que la celeridad de los tiempos modernos hace que pensar en este tipo de empresas se aproxime a una idea museística: especímenes raros que conviene ver dentro de una vitrina no vaya a ser que se estropeen. Sí, conviene aislarlos del exterior para que no perezcan presa de un ritmo que hoy provoca una mortalidad de empresas muy elevada. Si miramos a los gigantes GAFAM del momento veremos empresas de nuevo cuño surgidas hace cuatro días. El crecimiento y el éxito va por un lado; la constancia y el largo plazo quizá por otro, ¿no?

Que Casa de Ganaderos y Orbea sean cooperativas es algo para sacar pecho desde la economía social, ¿no? Espero que sigan ahí durante muchos más años.

Casa de Ganaderos se dedica a poner el mercado el ternasco de Aragón, «corderos alimentados exclusivamente con leche materna y cereales desde que nacen hasta que están listos para ser sacrificados». Con una edad máxima de sacrificio de 90 días y un peso medio de canal entre 8,50 y 12.5 kg, solo se aceptan razas autóctonas de la región. Además, se dedican al cordero halal, cordero ecológico, lechales, cabritos y cordero «comercial». Ya veis, desde el siglo XIII regulando la jurisdicción y los pastos en Zaragoza, 55 años antes de que naciera la Mesta en Castilla. Ahí es nada la broma.

Es evidente que una empresa tiene que poner en valor esa historia. Este hecho diferencial es una seña de identidad que imprime carácter a la institución y le proporciona un plus de confianza. En este sentido, de las empresas que conozco en mi entorno, es quizá Orbea la que más presume de su historia ya que nació en 1840. Siempre que asisto a una presentación de la marca, se comienza por hurgar en ese pasado que les ha hecho ser lo que son en la actualidad: «Orgullosos de nuestro pasado porque allí fue donde se fraguó nuestra ambición de ser algo diferente».

Orbea tiene la edad de los sellos de correos con reverso adhesivo, lanzados con el perfil de la reina Victoria impreso en él, al que se le conocía como “penique negro”. Tiene la edad del primer buque con casco de hierro, y la edad de Monet, representante del impresionismo. También tiene la edad de Rodin, padre absoluto de la escuela escultórica neoclásica y padre de “el pensador” o “El beso”, o de Tchaikovsky, artífice del Lago de los cisnes o el Cascanueces… Orbea tiene más años que la primera anestesia, que el algodón, la pólvora o la máquina de escribir… Tiene más años que el teléfono de Graham
Bell y más años que la famosísima bombilla eléctrica de Thomas Edison.

Y sí, en la actualidad, Orbea es también una cooperativa. ¿Casualidad? No vamos a inferir reglas a partir de solo dos casos, pero quizá la vocación de permanecer en el tiempo es una característica que enseguida podemos asociar a la empresa cooperativa. La voluntad de hacerla pervivir en el tiempo muchas veces tiene que ver con «dejarla para las siguientes generaciones»; algo así como una contribución social para generar riqueza allí donde nació. Hoy, me temo, muchas de las empresas (startups) que nacen se saben ante el riesgo de una vida corta. «Muere joven y deja un bonito cadáver», cual si se tratara de asumir lo punkie de emprender hoy en día. Eso sí, también en la escena punk ha habido excepciones.

En fin, siempre que escribo de estas cosas me viene a la cabeza La empresa viviente, ese magnífico libro de Arie de Geus en el que, entre otras cosas, reflexiona sobre este asunto de la vida (y la muerte) de las empresas. Casos extremos como el de Kongō Gumi en Japón, Casa de Ganaderos en Zaragoza o el más cercano de Orbea y sus 180 años de historia son ejemplos de capacidad de adaptación.